Hay que buscar al idiota interior.
Porque, el idiota no conoce verdades ni formulas. El idiota absoluto, todo lo desconoce.
Y el poeta, pienso, debería buscar la ingenuidad algunas veces. O siempre.
No
se puede escribir un poema sobre un árbol conociendo todas sus
caracteristicas. Su concepcón biologica. Aunque, existan los llamados
"poemas cientificos".
Ver el mundo con inocencia. Ver todo
por primera vez. Incluso, si nos brota la baba del idiota, es una
situación perfecta para vomitar el poema.
Pero, esto tiene
sus contradicciones porque, sí el niño es un ejemplo claro de
inocencia, es (a la vez) un ejemplo de sabiduría. El conocimiento
esencial no es un conocimiento de biblioteca, ni es el conocimiento que
se desarrolla en el mundo de la calle. Al menos, esto pienso yo.
La sabiduría esencial es empatía con el mundo. Y el árbol, el perro, la alameda, no consumen productos culturales.
Para conectar con el mundo hay que vaciarse. Llenarse de nada. Estar limpios, como las primeras veces que pisamos esta tierra.
Verlo
como si fuera algo nuevo y sorprendente. Porque es algo nuevo y
sorprendente. Solo que, a veces, no tenemos tiempo de mirarlo. O nuestro
cerebro con demasiada historia ve al árbol vinculandolo a una mujer, a
un momento, a una tristeza.
Ver sin historia. Ver. Mirar.
Como si el mundo, de repente, apareciera ante nuestros ojos después de una oscuridad absoluta.
Ver estupidamente. Sacarnos el ego de encima. Y ver.
Con la mirada perdida en un color, en una rama y los oidos embriagados por el canto de los grillos.
Correr por el patio, lastimarse las rodillas. Seguir los caminos perdidos. El camino de la hormiga, del perro.
Haciendo caso a la voz del idiota.
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