lunes, 6 de agosto de 2012

TRADUCCIÓN INADECUADA




Miro la noche. Miro los planetas erguidos en la noche, son los baleros brillantes de los dioses.
Espero la tarde. Espero la tarde de la miel secreta, aleteo en vano, doblando las puntas de la belleza.
Recuerdo lejanos viajes y años. Tanto pulsar botones para abrir puertas y caminos. Tanto obedecer a los relojes ¿Pare qué?
De algún lugar llegan mensajes. Aparecen a través de los vidrios. No puedo traducirlos.
Vienen a mi mente frases aisladas: Caminos de puertas, garras de palabras, silencios de ruido, ruinas precambricas, telefonos mudos, lunares que hablan, claviculas calvas. Les busco la cadencia, las mido. No puedo traducirlas.
Pienso que, en algún lugar del mundo, todo se fusiona en una sopa cosmica. Me queda un gusto extraño, como si ese dios nos tomara en broma.
Si existe, me gustaria lanzar palabras hacía arriba, clavar en las nubes signos de interrogación...
Aislado en mis pensamientos, me sorprende la presencia de una extraña figura: Un obrero.
Tan parecido a mí y, sin embargo, tan imposible.
Recoge los puntos suspensivos, hace de la interrogación un martillo, y llena los espacios que yo vacio cada instante. El puede traducirme.
Si él no existiese el suelo desaparecería y yo caería sin más al vácio.
Él sostiene las vocales y las consonantes, las carga en su carreta, las mezcla, las llena de vida y las baraja.
Sin embargo, para los dioses del mundo no es más que una H. Sordo, mudo y sin valor si no hay una letra que lo anteceda.
Quiero poner palabras en su boca, pero ya es tarde. Es agotador sostener al mundo tantas horas. Está cansado. Vuelve a casa. Su esposa lo besa levemente. Es dificil amar con la esperanza herida de levantar murallas. Ahora está sentado mirando por televisión la continuación del mundo que dejó allá afuera. Mientras los  conductores se ríen en su cara y las sombras de los empresarios pasan por su vida.
Pero sé que un día, el menos pensado, Dostoievsky lo sorprenderá en una esquina, o la vieja cara de Marx con su gran barba callendo como un puente.
Ese día, no habrá continuidad entre el adentro y el afuera. Entonces, armados de vocales y designios, iremos de la mano. Ese viejo obrero y yo, el joven obrero. Buscaremos una verdad que podamos librar como batalla. Jugaremos con los lbaleros de los dioses.
Las respuestas se irán llenando de preguntas.

No hay comentarios:

Publicar un comentario